Conóceme
Me llamo Patricia pero me dicen Paty.
Estudié Comunicación Social, por aquel tiempo donde aún no existían las Redes Sociales sino que soñaba con un micrófono y camarógrafo perseguir sucesos importantes y hacer historia.
Ese sueño de ser “notera” fue mutando a medida que avancé en la carrera, mi pasión dejó de estar frente al lente de la cámara y se centró más en crear escondida en la parte de atrás.
Mis primeros años recién salida del cascarón de la universidad, incluso los últimos dos, los dediqué a aprender producción de televisión. La vida me presentó lindas oportunidades de trabajar con gente que me enseñó muchas cosas que aún hoy empleo.
Amor por la TV
Aunque me encanta ver series y películas, mi amor estaba más relacionado con escribir y producir contenido para televisión. Como dije, en esos días, era eso y quizá por ahí YouTube, la verdad mucho no recuerdo.
Tuve un programa de televisión en un canal local, primero como Host, después como todo, guión, producción y edición. Salió al aire por un poco más de año donde tuve muchas lindas experiencias y conocí en primera línea lo que era trabajar bajo presión.
La estabilidad de una empresa
En el último año de mi carrera, dejé la productora donde todo me parecía muy inestable y yo, que tenía 21 años, necesitaba algo más serio. Ahora me rio al recordar que baby Paty pensó eso a tan tierna edad.
Entre a trabajar en Inter, Venezuela. Una empresa de telecomunicaciones que opera a nivel nacional. Ese trabajo, aunque rutinario, me enseñó lo que era una organización, trabajar en equipo con muchos departamentos, la importancia de saber relacionarme y me dejó además de una amplia experiencia, muchos momentos con personas inolvidables con quienes compartí más horas que con mi familia, quienes se conviritieron en mi familia y con quienes aún mantengo el contacto y la amistad.
Me dolió un monton dejar ese trabajo, fueron ocho años de una relación muy profunda con una compañía que me dió la estabilidad para salir adelante, formar mi familia y crecer como persona.
Chau Venezuela
A mis 30 años tomé la decisión junto a mi familia, quien fue mi esposo y dos hijos, de dejar el país.
Fue una decisión que de palabra sonaba muy simple y que nos demostró, o al menos a mi, ser todo menos eso.
Con un bebé de meses y una nena de seis años, tuve que vender todo lo que había logrado comprar, dejar todo lo que conocía y con mucho miedo que exterioricé como un caso crónico de mal humor, montarme en un avión y empezar de cero.
Ese primer año fue especialmente duro. Las frases trilladas de “uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde” y “emigrar es como si te borraran la historia” me acompañaban todos los días.
No entendía que estaba pasando por un duelo, por lo que fui dura conmigo misma, lo que no hizo la situación más fácil a nivel personal.
Aún así puedo decir que, a pesar de la carga emocional, fuimos muy afortunados a siempre tener un ingreso fijo y poder poco a poco despegar de nuevo.
Intenté reinventarme en muchas áreas mientras criaba dos niños con cero ayuda en un país nuevo, sin embargo fue difícil y no fue hasta antes de La Pandemia, que había aceptado mi situación laboral inestable y estaba buscando más trabajar para mantenerme activa.
Escribir, mi salvación.
Escribir siempre ha sido mi pasión secreta. No me considero demasiado buena, soy demasiado autocrítica para eso, pero lo he tenido como medio de escape. Me entrené en la universidad, pero ya ¿Quién se acuerda? Yo escribía cuento y novelas inconclusas, poemas y diarios, muchos muchos diarios para desahogarme. Las hojas en blanco eran mis confidentes y con ellas podía expresar mi verdadero yo con completa libertad.
En plana pandemia, Junio del 2020, empiezo una relación laboral acá en Argentina escribiendo. Estaba un poco oxidada y me costó arrancar, no lo puedo negar, además que mi mejor amigo, el síndrome del impostor, insistía en decirme que en cualquier momento me echaban porque escribía terriblemente mal.
Consecuencias del Covid
El 2020 dejó un sinfín de cambios. Entre ellos, la etapa de adaptación que en Buenos Aires se vivió muy restringida. Estos horarios recortados en los colegios, permisos para viajar, uso del tapabocas y el constante posible contacto estrecho que te encerraba 15 días cada tanto, me llevó a renunciar a mi trabajo que dejó de ser remoto.
Fue una decisión que tomé muy segura porque no podía cumplir más y en la balanza estaba acompañar a mi familia en esta transición.
Por suerte, de la nada, caído del cielo, encontré trabajo remoto al mes siguiente, escribiendo para una empresa de afuera y tomando proyectos que me hicieron llevar mi trabajo de redacción a otro nivel a demás de sinceramente vivir de ello.
Nuevos comienzos
Hace dos años empezó una nueva etapa a nivel personal en mi vida. Volví a mi antiguo trabajo que lo necesitaba por mi estabilidad y todos los meses escribo. Esa puerta siempre estuvo abierta y agradezco a la vida por eso.
Mi intención con este sitio, que en principio pensé sería un portafolio, es un poco como medio de expresión, de escribir un poco cada día, aunque bloguear haya pasado de moda, y dejar un rastro de quien soy.
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